jueves, 9 de marzo de 2017


Los sueños y el psicoanálisis.

Metafóricamente se puede decir que el sueño se manifiesta en que una parte del cuerpo se le ha dormido, sin embargo, Sigmund Freud en su interpretación de los sueños hace énfasis en que los sueños no son un estado de reposo psíquico, puede serlo físicamente, pero no psíquicamente ya que durante el sueño nuestros procesos mentales no tienen descanso ya que, durante este estado de sueño, se manifiestan acciones inconscientes de nuestra vida cotidiana.

Los pensamientos e ideas conectadas con las actividades y preocupaciones del durmiente en su vida habitual permanecen activas en su mente en forma inconsciente mientras duerme, a la vez que el aparato perceptual continúa recibiendo cierto grado de información por parte de los órganos de los sentidos.
Todos estos pensamientos y sensaciones reactivan contenidos y pulsiones infantiles provenientes del ello, que durante la vigilia normalmente van negando su acceso a la conciencia debido a la represión.

en un sueño se alcanza una cierta gratificación parcial o sustituta de un deseo inconsciente a través de la fantasía, ya que la gratificación total que es la acción apropiada está imposibilitada por el hecho de dormir.

en la elaboración del sueño, que es el intento del yo por dar al sueño manifiesto una apariencia lógica y coherente. Y si bien es cierto que las defensas del yo no logran que el deseo sea totalmente reprimido, también es verdad que, gracias al trabajo del sueño, dicho deseo no aparece tal cual, sino disfrazado.

Cabe destacar la formación de los famosos complejos. Por ejemplo, el complejo de Edipo que consiste en el niño desea matar al padre y casarse con la madre. Todo esto se genera durante la etapa infantil, y perdura en la madurez ya que lo inconsciente de la vida psíquica no es otra cosa que lo infantil. La etapa infantil donde reconocemos el complejo de Edipo es la:

Etapa fálica: Esta etapa dura entre los 4 y 6 años; la niña y el niño descubren sus órganos sexuales, a causa de la excitación de la micción y por los tocamientos repetidos que tienen lugar durante el aseo. Descubren la diferencia de los sexos. Los padres le imponen una renuncia al interés que tienen por tocarse en nombre de la estética y la moral; y el niño se adapta a dicha imposición. Los padres intentan explicar que la niña no tiene pene. El niño trata de negarlo pensando que tienen uno más pequeño o que le va a crecer. Sin embargo, piensa que la madre también tiene pene, pues al niño le resulta imposible creer que la madre carezca de él.  A medida que el niño crece, la madre ya va dejando de ocuparse de él en forma exclusiva. Aparece el “obedecer” o el portarse bien con la promesa de que si se porta bien recibirá tal cosa. El niño o la niña descubren que no son el único amor de la madre, que pueden ser abandonados por otros intereses de ella: su padre y sus hermanos se transforman en sus rivales.

Hacia los 4 años y medio, el varón juega a golpear y matar a su padre en la lucha emocional con él y trata de acaparar toda la ternura de la madre; le promete casarse con ella y tener hijos: entra en el periodo de complejo de Edipo. La niña vive un periodo similar, hacia los 3 años y medio: se comporta de manera seductora con el padre, se muestra coqueta y afectuosa, centra su interés en él. Pero para el niño y la niña la pareja de los padres en esta etapa resulta una frustración. Si el niño asiste a las relaciones sexuales entre los padres, sea porque los sorprende, las imagina como una especie de batalla violenta.

Complejo de Edipo en el varón: los niños tienen la creencia de que todos los hombres como mujeres tienen pene. La angustia de castración, o sea el temor a la pérdida del pene, parte de una falsa interpretación de la realidad, pero el niño no puede escapar a esta angustia ya que el peligro que siente está motivado en su fantasía. La angustia de castración es consciente, y es lo que determina que el niño se aleje de la relación con su madre. Por eso Freud en sus trabajos dice que la diferencia entre el niño y la niña es que el niño sale del complejo de Edipo por la angustia de castración, en cambio la niña entra en el complejo de Edipo por la misma angustia. Hacia los 3 o 4 años, el niño se comporta en relación con la madre como un adulto, quiere ocupar el lugar del padre. El niño siente deseos agresivos y de muerte hacia el padre y deseos de apropiación hacia la madre. Hay una doble actitud rival: quiere reemplazarlo, pero también imitarlo. si no se resuelve, puede tener severos trastornos en la sexualidad y personalidad. La finalización del complejo de Edipo abre al niño otros comportamientos, y su vida comienza a dirigirse hacia otras personas fuera de su familia.

Complejo de Edipo en la niña:  En la etapa fálica, a los 3 años y medio, la niña descubre que hay unas criaturas poseedoras de un pene que “ella no lo tiene”. Se pone celosa, pero sabe que en algún momento le crecerá. Freud describe como esta envidia del pene, acompaña las fantasías masturbadoras de la niña. Este es un periodo donde la niña tiende a exhibirse, se quiere mostrar desnuda. Esta es la reacción normal de la niña frente a la angustia de castración.  La niña descubre entonces que debe renunciar para siempre con la idea de tener un pene ya que su madre no lo ha tenido nunca. Comienza a tratar de conquistar al padre. Se dirige hacia él, a quien considera superior y atractivo para su madre. La niña se vuelca cada día más hacia su padre, declarando abiertamente su deseo de tenerlo como marido, es donde empieza a tener fantasías agresivas en donde mata a la madre y se queda con el padre.

Simbología en los sueños

Existen símbolos que pueden interpretarse casi siempre del mismo modo. La mayoría de los símbolos oníricos sirven para la representación de personas, parte del cuerpo y actos que poseen interés erótico. Particularmente, los genitales pueden ser representados por una gran cantidad de símbolos: armas y objetos alargados y rígidos tales como troncos de árbol o bastones, representan los genitales masculinos, y armarios, cajas, coches o estufas los femeninos. Además, muchos de los símbolos del sueño son bisexuales y pueden referirse a los genitales masculinos o a los femeninos. El sueño de huir a través de una serie de habitaciones representa al sujeto en un burdel o un harén. Cuando el sujeto sueña con dos habitaciones que antes era una sola, o ve dividida dos en una sola habitación conocida, o inversamente encierra sus sueños en una interesante investigación sexual infantil. Durante de cierto período de la infancia, el niño se halla confundido con el ano creyendo que es el órgano sexual femenino, y solo más tarde averigua que esta región del cuerpo comprende dos cavidades distintas y orificios separados. Los escalones, escalas y escaleras y el subir y bajar por estas son representaciones simbólicas del acto sexual. Las paredes o muros lisos por los que trepamos en sueños corresponden a cuerpos humanos en pie y reproducen probablemente el recuerdo de trepar infantil por las piernas de los padres. Jugar con un niño pequeño o pegarle son con frecuencia representaciones oníricas de la masturbación. La calvicie, el cortarse el pelo, la extracción o caída del pelo y la extracción de una muela son utilizadas para representar simbólicamente la castración. Aparte no todo el contenido del sueño debe interpretarse simbólicamente.

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